Llamaba su atención la impenetrabilidad del silencio, lo que de estridente
tiene el espectro de esta ausencia, la ocultación tácita de su densidad
sistemática y previsible. Al igual que el tiempo mezcla y confunde restos de
lluvia con restos de llanto, así la desmemoria enmaraña los ecos de antiguos
gemidos con el afonía propia del sigilo y la quietud, convirtiendo de esta
forma al silencio en la mayor de las mentiras. Nada puede con él, ni siquiera
las ruidosas hemorragias que anuncian el Apocalipsis.
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