Fue
un tiempo terrible aquél, en el que los salmos del odio se apoderaron de la
tierra haciendo añicos un equilibrio delicadamente construido a través del
compromiso y la memoria. A dentelladas, sin miramientos, como el eco de un
trueno terrible y cercano, se festejaba la diaria inmersión de las almas en los
charcos de lodo descuajaringado, mientras los tiernos brotes del amor oficiaban
sus propios funerales.
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