Se
decidió por fin a salir, sin saber que afuera le esperaba un amor muerto, y un
mar muerto, y que, saturado por la humedad, se iba a ver forzado a navegar, una
noche sí y otra también, en el vacío de una burbuja. Nada sabía tampoco del ir
y venir de las chusmas espectrales de dioses de barro y harapos en las tardes
de silencio purísimo, ni de que se acostumbraría al sabor de las ráfagas de
espinas en los mediodías de estricta necesidad. Salió a intentar ser hombre, y
no hubo forma.
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