sábado, 10 de mayo de 2014

SIERVO DEL DEMONIO


Tenía fama de loco y de haber sido, en sus años mozos, siervo del demonio. Claro que, bien mirado, poco o nada había de lo primero ni de lo segundo. Lo que en realidad ocurrió es que, si bien la naturaleza le había dotado de un alma noble y sensible, lo había hecho en un cuerpo feo, tan feo, tan extraordinariamente feo y deforme, que duramente mucho tiempo se pensó que resultaría incompatible con la vida. Este pecado original le procuró innumerables sinsabores. Afortunadamente, resultó tener un innegable talento natural para el ejercicio de la paciencia y, quizás por eso de que no hay mal que por bien no venga, lo cierto es que pudo desarrollar la rara habilidad de guiarse en su actuar conforme a su propio criterio, importándole un pepino la opinión de la gente que le importaba un pepino. Un caso único, sin duda, entre los de su tiempo y especie.

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