Sus arterias estaban grasientas y los latidos del alma, a pesar de
su apariencia sosegada, se desplegaban con sospechosa irregularidad en su caja
torácica. A nadie le extrañó que un mal día el impulso la abandonara y se
sintiera atraída por las oscuras
profundidades de un vacío desconocido. Excepto hecha del día de autos, siempre tuvo
la sensación de llegar tarde a todo. Quizás eso explique el hecho de que, aún a
pesar de que nunca fuera iniciada en los hechizos de la vida, aquella mujer, en
sus formas, pareciera infinita.
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