La penumbra fue invadiendo la habitación y haciendo que todo, la
tarde entera, se tornara sospechosa. Conforme avanzaban las sombras y la luz se
iba replegando a sus cuarteles de invierno, las pocas certezas que a duras
penas le mantenían en pie se fueron deshaciendo entre sus dedos hasta
evaporarse por completo. Claro que uno termina por acostumbrarse a todo,
también a las sombras, siempre que no excedan los límites de lo normal.
Afortunadamente en aquella estancia todo era normal. Todo, salvo él.
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