El panel de vidrio tallado filtraba adecuadamente las siluetas y
la luz del sol, pero resultaba del todo insuficiente para acallar los bramidos
y las magnánimas carcajadas de aquellos animales dotados con el don de la risa
y de la necesidad. Al despertar del recuerdo notó una sacudida en el corazón y
tuvo la certeza de que el tiempo nunca pasa en balde. Se sintió
irremediablemente vacío y ni siquiera intentó esbozar un amago de pensamiento
que le mantuviera en pie.
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