lunes, 27 de abril de 2015

EL TIEMPO Y ÉL


En el contexto de una trama dramatúrgica y ritual, el Tiempo y él sincronizaron sus relojes. Y luego se pusieron a hablar. Para que nuestra insignificancia se mantenga intacta conviene no parar, dijo uno. El otro, más preocupado por los asuntos relativos a la filosofía del lenguaje, quiso dejar constancia de la nimia distancia que separa un desierto de un postre. Como habrán podido adivinar, uno y otro reproducían viejas conversaciones polifónicas que se desarrollaban en medio de una tormenta de polvo densa y hostil. La conclusión general se la puedo adelantar porque siempre era la misma: los monstruos que tanto les aterrorizaban habitaban las mismas guaridas en las que descansaban sus sueños. He ahí la cuestión.

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