miércoles, 15 de abril de 2015

LA CALMA


Después de la tormenta llegó el cansancio, un cansancio húmedo que no parecía impedir el movimiento mecánico y dulce de aquella mano. Efectivamente, olvidada ya de sí mismo, la mano seguía abriéndose camino a base de caricias entre aleatorios caminos de piel. Saciarse parecía imposible, y la calma no apareció.

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