viernes, 24 de abril de 2015

TODA UNA VIDA


La ventana se abrió y el sol, como si de una mano dulce se tratara, se posó sobre su hombro. En el patio, las flores apenas entreabiertas de los melocotoneros pugnaban entre ellas para llegar a formar parte del gran vacío.  Nada, ni siquiera la nerviosa brisa de la primavera, parecía alterar la quieta superficie del estanque. Sin embargo, en ese preciso instante ojos de otro mundo observaban en su interior el marasmo de recuerdos de toda una vida. Y él lo sabía.

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