A pesar de sus simpatías por Duchamp, le costaba distinguir un
buen urinario de otro regular, de modo que siempre que podía se meaba sobre la
idea, y sólo sobre la idea, de cualquier obra de arte conceptual que salía a su
encuentro. Esta visión creadora, participativa y crítica para con el objeto
artístico nunca fue del agrado mercado, lo que propició que el artista en
cuestión, a pesar de su habilidad y su gracia innata en el noble arte de las
aguas menores, no le quedara otra que pasar más hambre que dios talento.
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