Esa
cara no puede ser el espejo de alma alguna, ni siquiera de la mía. Esa cosa
retratada que parezco ser, ese reflejo que se escurre bajo la superficie del
cristal hasta chocar con el mercurio, ese gesto congénito que gira inmóvil
sobre su propio eje... Es natural que la clarividencia propia del espejo
imponga su ley, su impecable visión del mundo, pero déjame decirte que ese no
soy yo.
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