Un
espécimen cualquiera elegido al azar fue sometido, cierto es que con alguna
desgana inicial, a un baño continuado de alegría y cariño. Como resultado del
experimento, los apenas veintiún gramos que pesaba su alma en los tiempos de
vacas flacas llegaron a triplicarse cuando de su garganta brotaron borbotones
de carcajadas azules y verdes. Fue de esta forma como, por primera vez, quedó
demostrado científicamente el inconmensurable peso específico de la risa en
relación al conjunto del ser.
Es que el alma engorda con la risa.
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