Sonámbulos y anestesiados por la necesidad, nunca tuvieron conciencia de vivir en el líquido abismo del infierno. Y no porque no lo supieran. Dicen los que algo entienden de esto, que fue la ciega obediencia a unos principios estéticos desconocidos por completo para el resto de sus congéneres, lo que les permitía mantenerse ignorantes de su propia muerte.
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