viernes, 11 de diciembre de 2015

CERRO ALMODOBAR


Escaso conocedor de las mañas propias de las fieras y de los hombres, sabía sin embargo que la espera consistía en una matanza de tiempo inútil. También sabía del hambre y del abandono, y de imaginarios ríos de almas que desembocaban en noches de fulgor loco. Tanto saber le procuraba confusión y cierto dolor de cabeza, de modo que se propuso simplemente recordar. Dicho y hecho: con toda su macabra desnudez de cal y sementera, el cerro Almodovar apareció nítido en su mente.

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