No deja de resultarme sorprendente la capacidad para olvidarme de
la que hacen gala ciertos objetos que se suponen son de mi pertenencia. El mes
pasado fue el audífono. Hoy ha sido la parte inferior de la prótesis
dental. Su dejadez, su extravío para
conmigo, resulta hiriente. Esta tarde, después de reflexionar sobre todo este
desorden panorámico, me miré al espejo y, supongo que debido a un mal humor
vítreo justificadísimo que se apoderó de mis cuencas oculares, la lentilla del
ojo derecho se me desprendió y ya no hubo forma de encontrarla. Lloré y lloré, hasta
que no supe darme razón alguna de por qué lloraba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario