miércoles, 30 de diciembre de 2015

LA ALCOBA

Dejándose llevar por el dulce vaivén de la mecedora, flotando en la abstracción, disimulaba su aburrimiento recreando vidas de santurrones y mártires, existencias todas ellas que se reproducían en su cabeza como imitación cobarde de ácidos desoxirribonucleicos completamente ajenos. Y en esto estaba cuando escuchó ruidos en la alcoba que se encontraba al otro lado del corredor. Su insensata curiosidad estaba justificada ya que, no sólo se trataba de la habitación en la que reposaba su esposa, sino que sabía de buena tinta que los más grandes espectáculos del mundo pueden ser vistos en los más humildes dormitorios.


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