Había
que ver sus ojos expresar lo oscuro, su extraordinaria capacidad en describir
el roce del mundo con los vientos alisios que lo envuelven todo, cuando el todo
es frío. Tenían que haber visto también su mirada convertida en escarcha, en
temblor que estalla y especula hasta que termina, por fin, arrugando la piedra.
Debían haber observado, al fin, la decadencia simple de su derrota, tan claro, tan sin
sombra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario