jueves, 24 de diciembre de 2015

SANTO OFICIO


Cualquiera que se haya aventurado algo en los ajetreos propios de este santo oficio sabe que también las palabras tienen por costumbre cerrar los ojos por dentro y dormir. Ahora bien, que nadie se lleve a engaño y vaya a pensar que, en ese estado de letargo en el que se encuentran cuando se echan sus cabezaditas, dejan por eso de ser quien son. De ninguna de las maneras. Dormiditas y todo, las palabras siguen aventado letanías de soledad y silencio, y siguen erre que erre con su sigiloso goteo de secretos enracimados, de modo que al igual que hambre no entiende de relojes y perfora los estómagos de los hambrientos en cualquier momento del día o de la noche, así las palabras nunca cejan en su empeño fundador de nuevos mundos.

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