Se acercaba con una rapidez de vértigo; por momentos se hacía
inaplazable, urgente, hasta que de pronto se tornó inminente…y ya: por fin el
día señalado –que por caprichos del calendario Juliano resultaba ser también el
primer día del año siguiente- se hizo presente. Lo recibió sin ceremonias ni
teatros: solo, como siempre, en silencio, como casi siempre, y con las mejillas
hundidas, como venía siendo costumbre en los últimos años por mor de la natural
decrepitud. El tiempo, sin tregua, seguía su curso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario