Antes de reventar, una amalgama de presentimientos oscuros fue
tomando posesión de los lugares más ocultos de su cuerpo, conformando una
región sin tiempo en la que se palpaba el peso de la soledad. Pues bien, hacía
ya mucho que el escándalo de la gallera había llenado la mañana, cuando se le
oyó estallar a él, a él que era de todo menos un gallo, en sollozos que
parecían interminables. Más que de llanto, que lo era, se trataba de preguntas
huecas, retóricas, dirigidas al aire, a los árboles, a nadie.
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