Se tenía para sí como el inventor de la esperanza pero, con todo y
eso, había días en los que en su interior ardían inmensos hatillos de pura
desesperación. Nadie conoce la muerte de forma tan íntima como para poder aseverar
algo parecido; sin embargo, él me aseguraba que durante esos episodios de
derrota se sentía más muerto que nunca.
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