viernes, 25 de diciembre de 2015

ESTUPIDEZ


Sin llegar al patetismo de la que hacían gala muchos de sus convecinos, tenía un cierto aspecto quebradizo y padecía, esto sí de forma desmesurada, de un gusto nada recomendable por los chismorreos tanto propios como ajenos. Por mucho que quisiera maquillar el vicio del cotilleo con el celofán de la mera curiosidad, el tipo en verdad era un chismoso de tomo y lomo. Su constante lagrimeo por la mala suerte que padeció un novio segundo de una tonadillera de tercera en un altercado de discoteca, o la ansiedad cercana al infarto que le embargó cuando el portero de la finca de un torero de cuarta tuvo que enfrentarse al polígrafo, explican bien a las claras la naturaleza de un desenfreno que, sin llegar a tener tintes demoníacos o inhumanos, sí que hablaba bien a las claras de la estupidez como ingrediente connatural de la vida humana.

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