lunes, 26 de abril de 2010

CARNE ACATARRADA Y HERRUMBROSA

Caminan que te caminan murmurando viejos encantamientos mientras pasean de un alma a otra en busca de la verdad. En este viaje sin retorno, los amasijos de carne acatarrada y herrumbrosa tienen por costumbre descansar cabeza debajo a mitad de camino entre las pascuas y los ramos, y lo hacen, esto del descansar, al tiempo que invocan con las dos manos al adorado fuego destructor, aquel que todo lo consume. Nadie sabe muy bien cuál podría ser el sentido de todo esto, pero al narrador de historias le viene de perlas. No es difícil verle acercar su oreja a la primera cabeza de caracola que encuentra en la cuneta sólo para recrearse escuchando en su interior el sonido de todos los mares del mundo. Lo que escucha no es en vano ya que luego va y lo cuenta, como cuenta también que tras el portón negro de aquel pajar que hace rato dejó atrás viven imaginarios monstruos demasiado monstruos y demonios demasiado demonios que no paran de lanzar ayes y huyes. Oscuras nubes se afanan en privar de luz a la luna, pero eso, aunque también lo cuenta, no nació fruto de su calenturienta imaginación. Cuenta a quien quiera escucharle que se avecina una tormenta, y es verdad.

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