sábado, 10 de abril de 2010

LIBRE Y MUERTO, LIGERO Y AZUL

La violencia tan brutal con la que amaba no estaba al alcance de cualquiera. Su libro era de plomo, y monje laico como era desde los tiempos en los que decidió abandonar las rutas de los tragos y los oscuros cucuruchos, no renunciaba por ello al cálido roce de la espada. Ni al odio, tampoco renunciaba al odio a pesar de la violencia tan brutal con la que amaba. De hecho, el resbaladizo barniz del odio embadurnaba sus manos el día aquel en el que, libre y muerto, ligero y azul, buscó refugio una noche más, la definitiva, en su desierto de errores.

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