sábado, 24 de abril de 2010

UN TROCITO DE INFIERNO

El teatrillo de las ideas sigue representando día tras día su monótona función. En ese contexto, el aburrimiento llega a ser de tal magnitud que las cosas reales intentan huir de la realidad hasta que muchas de ellas terminan siendo lobotomizadas por el láudano de la fascinación y la repugnancia. Una vez finalizado el acto quirúrgico, aquellas cosas de entre las reales que lograron sobrevivir a la trepanación continúan su huida en busca del deseo que perdieron antes incluso de que las propias cosas envejecieran. En su loca huída, unas a otras se dicen en su lenguaje, en el lenguaje de las cosas, dónde piensa cada cual que se encuentra la salida de emergencia, aquella mítica puerta por la que los héroes escondidos huyen de la realidad. Ni que decir tiene que las cosas reales no encuentran nunca la salida, y entonces se dedican a buscar entre lo oscuro algo que sea más oscuro que la noche con el resultado, por todos conocido, de toparse una vez tras otra con el blanco terror de la soledad, y con esquirlas de un azul invisible que algunos coleccionan a modo de trocitos de infierno.

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