domingo, 11 de abril de 2010

LUCHAS INTESTINAS

Me acabo. Y si no me acabo yo, me digo para mí que ya me encontrará alguien que sepa acabarme, o ya encontraré yo solo un vientre en el que acabar muriendo, sin alivio, sin queja. Me rindo ante la ineficacia de cualquier remedio con el que pudiera defenderme del aluvión de lágrimas secas que me inunda. Vano deseo éste con el que intento engañar esta mezcla extraña de gozo ausente y esperanza derretida. Es curioso que yo, que nací por hábito, reviente de sospechas y no me quede otra que confiar mis llagas a los abismos del olvido. Y así ocurre lo que ocurre, que los ásperos gestos del descuido y el tiempo, y los desnudos inconvenientes propios de las carnes y los huesos, riñen entre si procurándome disgustos de dolor grave. Son las luchas intestinas. Después de la batalla, locos e imposibles, pasan a través de mí los encendidos espíritus.

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