martes, 13 de abril de 2010

LOS HOMBRES QUE YA NO SUFREN

No resultaba en absoluto difícil para los hombres que ya no sufren contabilizar el grosor del muérdago sobre las piedras. En general, he de decir que para los llegados del más allá cualquier dificultad en materia contable resultaba fácilmente subsanable. Los muertos cuentan bien. Llevan colgados del cuello, a la altura de su mollera, una especie de disco duro externo en el que mantienen su alma presa, y para evitar que esas mismas almas presas perezcan una segunda vez, esta vez de aburrimiento, las suelen entretener a base de jerigonzas. De eso se encarga el sepulturero nombrador de huesos. No hace falta para eso que el muerto sea un lumbreras. De hecho, no tiene porque estar en el uso de la palabra ni mucho menos tener acreditado el uso de la razón. Mientras cuentan se encienden. Tenían que ver sus ojos bajo el sol de la tierra: eran como palanganas brillantes que habitaran en lo profundo de los bosques.

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