miércoles, 28 de abril de 2010

INCOMPATIBILIDAD

Me place evocar hoy la calma previa que precedió a las erupciones que salpicaron mi boca el día del primer encuentro. En aquellos instantes, enredaderas de felicidades a modo de briznas de luz sin nombre caían en cascada dirigiendo con acierto el trabajo de una lengua y unos dientes que horadaban con parsimonia unos labios interiores que resultaron ser los suyos, por la misma regla de tres que la lengua y los dientes resultaron ser propiedad de quien esto suscribe. Una fuerza adenítica me empujaba y aún hoy puedo apreciarme a mi mismo como se aprecia a un hombre que tumbado se dispone a beber de un néctar que sólo a él le pertenece. Como a propósito de estos y otros trabajos se suelen decir muchas mentiras, diré que, con anterioridad a los sucesos narrados, la guadaña segó los tupidos hierbajos de mi rostro y dice ella que fue esa y no otra la causa de la maraña de granos que dieron fe nuestra supuesta incompatibilidad. Yo tengo para mí que era más bien un asunto químico relacionado con el desconocimiento y la falta de presentaciones. Espero curioso el dictamen del tiempo.

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