Seis
toros, seis, decía el cartel, y pensaba que lo decía dos veces porque los
primeros seises se referían a los toros y los segundos a los toreros. Pero
resultó que no, y supo que no porque nada más decirlo escuchó a su alrededor
unas tristes risas capaces de desconcertar al más riguroso de los concertistas.
No importa. Había llegado a ese bar desde muy lejos dispuesta a amar y a ser
amada como nunca nadie ha sido amado, y no pensaba irse de vacío por un toro de
más o de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario