Mientras
veía caer la noche su pecho fabricaba millones endorfinas con un cierto aroma a
delito menor. Pero ya no había marcha atrás. Necesitaba adentrarse por última
vez en el laberinto de esos ojos para observar aquello que tanto amó y que,
transcurrido el tiempo, tanto temía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario