Tuvo lugar aquello que ya presentía y que el diablo, en sueños, le anunció:
uno a uno, en perfecto silencio, reventaron en su interior los cántaros
repletos de tierra promiscua, y las ternuras se espaciaron al extremo de
hacerse irreconocibles. Ya no hubo cosechas. Se dejó ausentar más de lo debido,
hasta que un día desapareció.
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