Reflexionaba el buen hombre sobre la política en tanto que arte de lo
posible, y se le fue su pobre mente al otro espectro del raciocinio.Y fue así
como se le ocurrió la idea de que, además de poético y bien visto, proclamar
para sí el derecho a lo imposible tiene de bueno que libera al titular de la
engorrosa necesidad de tener que dar explicaciones a propósito cuáles pudieran
ser los límites de tan vistoso derecho, así como de las formas a través de las
cuales se pretende garantizar el ejercicio del mismo. En fin que, en esto de lo
imposible, todo son ventajas.
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