sábado, 23 de marzo de 2013

LA ÚLTIMA NARANJA


Mientras mondaba la última naranja que quedaba en el frutero se interrogaba a propósito de cuál podría ser el origen de ese gusto suyo por indagar de continuo sobre la naturaleza última de las cosas. El tiempo, como si de un corcho se tratara, se le antojaba liviano y áspero, y la materia, el universo todo, un espacio indefiniblemente oscuro, especialmente por las noches, y repleto de agujeros. Lo único claro era la velocidad, que sin duda alguna debía ser algo blanco muy parecido al tocino. Cuando terminó de dar cuenta del último gajo seguía con sus disquisiciones, y en una de estas pensó que quisiera morir como ha vivido: ignorante, pero sin dejar de preguntarse cosas.

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