martes, 12 de marzo de 2013

LA ÚLTIMA CUESTA


Absorbía con rotundidad el aire de la mañana devolviendo al éter con gratitud un aliento cálido y algo melancólico. Eso hacía con sus pulmones. Al mismo tiempo, de sus extremidades inferiores salían unos huesos de luz que empujaban las piedras y las latas a la orilla del camino despertando así a los cardos borriqueros del descampado. A todo esto, su corazón bajaba la última cuesta en dirección a la casa abandonada, y el mundo se hundía bajo sus pies.

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