El gusano y el perro que la acompañaban dejaban tras sus pasos un rastro de estiércol silencioso y firme fácil de seguir. Cuando por fin dieron con ellos, el día se hizo redondo y los salobres estambres de sus dedos fueron objeto de un interrogatorio tan duro que hasta la sombra tranquila que habita detrás de la cortina llegó a preocuparse. Tal vez las dentelladas eran dentelladas y no besos… tal vez el mapa de la soledad estaba equivocado…
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