viernes, 3 de enero de 2014

LA CAMARERA DEL SALÓN DE TÉ

Muy dado desde pequeñito a la introspección, y crédulo como era más que creyente, consiguió hipnotizarse a sí mismo metabolizando con cierto método una masa ingente de autoengaños que, bien mirado, no le hizo ningún bien. Con todo, llegó a atisbar conocimientos que le hicieron comprensible todo lo ignorante que podía llegar a ser, y llegó a manejarse más mal que bien en el arte del dominio de sí mismo. Lo cierto es que después de muchos años en el ejercicio de esta disciplina la fatiga hizo presa en él, y la camarera del salón de té nunca supo por sus labios nada del amor que siempre la profesó. Y eso le generó dudas.

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