lunes, 20 de enero de 2014

LA HORA DEL REZO


Cualquier intimidad la molestaba pero, aun así, añoraba para sus adentros el ardiente sol del verano, y el deleite de observar las multitudes sometidas voluntariamente al tormento de la parrilla solar. Todo esto ocurría a la hora del rezo diario, rito sagrado este que con excesiva frecuencia degeneraba en amargas plegarias contra una amplia recua de individuos a los que odiaba y que -no la cabía duda alguna al respecto- acabarían siendo fulminados por un rayo justiciero de origen divino.

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