Sus
ojos claros, cargados con dosis anormalmente altas de reminiscencia, resultaban
de normal impasibles e inexpresivos y poco o nada decían a propósito de un
extraño cosquilleo que, nacido en un esquinazo perdido del corazón, se extendía
por su brazo izquierdo. Hay momentos en que el peso de la vida se torna
especialmente liviano, de modo que apenas si se percibe. Y este era uno de
ellos.
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