lunes, 27 de enero de 2014

LA TORTILLA



Fue el contacto con el marfil de un mármol rajado y sucio quien le reveló una posibilidad hasta ese momento ignota, un arma secreta que sobrevivía latente y oculta vaya usted a saber en qué apartado lugar de su consciencia: tortilla de patatas. Tenía que invitarla a comer una tortilla de patatas. Y como la vida es loca, dijo que sí. Y allí, en su cocina, como si de una receta infalible se tratara, invocó con gesto de conjuro, uno a uno, a todos los elementos llamados a formar del aquelarre gastronómico. Y los mezcló con cariño, tal y como dios y su experiencia le dio a entender. Y estaba tan rica la tortilla, que cuando se besaron en los postres lo hicieron de la forma más natural, como si no más se tratara de un mero continuar en el ejercicio del gusto.

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