Favorecido como sin duda lo estaba por unos astros poderosos y lejanos, un
día sí y otro también sepultaba su orgullo en lo más profundo de sí mismo, no
fuera a ser que le traicionara, y rara vez olvidaba que era amando la mejor
forma que había encontrado de ser amado. Con todo y eso, no siempre las cosas
salían bien. En esos días se ponía un alma nueva y, sin ropaje alguno de
vocablos que disimulara sus andrajos interiores, salía a la calle en busca del
mar.
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