Es
allí, en aquél vientre, donde la atmosférica soledad sirve de envoltorio a las
sábanas celestes, embozos éstos que, a su vez, acogen cienes y cienes de
tesoros triturados y ríos de vida que no quieren o no saben dónde desembocar. También
allí, en aquella redondez, acontece el griterío de las masas aceleradas por las
leyes de una gravitación manifiestamente caprichosa e injusta, mientras maman
(todos maman) de la traslúcida leche que, a modo de luz, supuran las estrellas.
Por fin, es allí, en el interior de su galaxia esencial, donde encuentran
cobijo dentaduras hambrientas de lodo, apoteosis de esponjas y relámpagos de
riguroso luto.
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