Un viento frío y extraño, procedente de vaya a saber usted qué regiones del
infierno glacial, rompió sus defensas penetrándole hasta la médula de los
huesos. Una vez dentro, la parte orgánica que acompañaba al frío comenzó a
realizar su feo trabajo con una dedicación y un empeño digno de mejor causa. La
ayuda llegó en forma de una sopa de letras, y como resultó que siempre quiso
ser un uomo letterato a la manera
Virgilio, se la comió toda; al día siguiente llegó otra sopa, esta vez de pollo
bien calentita, que fue directa al alma…Lo cierto es que, dolores aparte, le
encantaba experimentar esa sensación de salvaje dulzura que trae consigo ser
objeto de cuidados muy pero que muy personalizados.
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