Solía
sentir calor en la cara y frío en los pies, y sus sentidos conformaban una
suerte de caleidoscopio peculiar a través del cual se apropiaba del mundo,
especialmente de aquella parte del mundo que tenía la peculiaridad de ser
comestible. También sabía amar, y su forma de amar tenía que ver con revuelos
de estrellas multicolores y ataques de lucidez repentina que sólo ella
entendía. Mezcla de ambos saberes, aprendió a hacer hasta 28 salsas de pescado
distintas, una por cada día de aquel mes de febrero en el cual le abrió las
puertas de su skype, que es como decir que le abrió las puertas de su mundo.
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