A
pesar de que el moho de la infelicidad se cebaba sobre ella y de que la
indefinible naturaleza del amor no ponía las cosas fáciles, ésta última
desgracia la organizó cuidadosamente. Arrugas planchadas y vueltas a arrugar
que pedían a gritos ser de nuevo planchadas, aun a sabiendas de que su destino
no era otro que el de volver a arrugarse para que pudieran ser de nuevo
planchadas bajo el peso de un deseo todavía mayor. Plancha y más plancha,
tulipanes y agua, restos de ayer.
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