sábado, 26 de abril de 2014

UNA MIERDA DE VIDA

A fuerza de excesos, acumulaciones malsanas de estupidez y de algún que otro miedo mal curado, la herida de su cadera izquierda no paraba de supurar una especie de pus triste de mal pronóstico, y su vida era lo que se dice una mierda de vida. Consciente de este estado de cosas, buena parte de su trabajo cotidiano consistía en saciar su avidez de vida recreándose en las risas y en el brillo que creía ver en las miradas extrañas. Claro que, los más de los días, la cosecha recogida de felicidad ajena era tan enjuta que apenas si daba para alimentar un rictus de media sonrisa y un llanto anónimo y seco que concluía en la más estricta de las intimidades. Lo dicho: una mierda de vida.

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