jueves, 12 de marzo de 2015

ÁNGEL CIEGO


Como en el cuento de la estatua de aquel ángel ciego, había un camarero en mi barrio que parecía incapaz de percibir el rosario de gestos enamorados que flotaban en el aire sin más destinatario que su ceguera. Yo creo que jamás los intuyó, y eso que de lunes a viernes, todos los días siempre a la misma hora, aquella doña le pedía con sus mejores modales el café con churros de siempre, con ojos de mujer rendida y un tono de voz escandalosamente dulce.

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