martes, 10 de marzo de 2015

ERRE QUE ERRE


Tumbado sobre el sofá todo lo largo que era, descansaba lo que de carne y huesos había en él, pero no así su psiquis. Esta continuaba erre que erre desbaratando problemas, removiendo situaciones, ahuyentando miedos, en una especie de guerra sin cuartel que le procuraba un profundo agotamiento. Alguna vez se le pasó por la cabeza la idea de que había que tener cuidado, no fuera a ser que la inteligencia, y hasta la cultura, no representaran sino una suerte de barbarie. Pero poco podía hacer. En el jardín las hojas caídas brillaban bajo una lluvia venida de muy lejos, y con el aguacero vino el sueño. La mente cambió de ritmo, se puso en modo inconsciente pero, inconsciente y todo, aquel cerebro no dejó ni por un instante de insistir en su erre que erre.  

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