Su inteligencia, que hacía las veces de quita nieves, había
desarrollado una capacidad especial para avanzar apartando los malos recuerdos
al borde del camino. Como si de nubes sólidas se tratara, los iba amontonando a
un lado y otro a sabiendas de que aquello que allí dejaba nunca más volvería. Pero
no todo era coser y cantar. Una vez, siendo soldado, se enamoró tanto que la
deserción duró más de una guerra.
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