Vivía con naturalidad aquella suerte de reflujo que aconteció
después de la tormenta. Náufrago por enésima vez, perdido de nuevo entre las
nubes de dimes y las montañas de diretes, no acertaba a dar con aquello que la
hiciera salir de esa tierra suya tan querendona. Los días se amontonaban y, por
momentos, el vacío se le antojaba nauseabundo.
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